lunes, 3 de octubre de 2011

Provocado por una calle, un disco y un vino




¿Cuántos vinos hay en el mundo con el nombre de una canción? Pues ni idea, pero por lo menos uno. Se llama "Salitre" y acabo de comprar la botella número 331 de las 1800 de la cosecha del 2009.

Alguien, algún costeño nostálgico o un cachondo mental le puso a una calle de Lavapiés el nombre de "Salitre". En el número 48 de dicha calle vivió durante un tiempo Quique González y en el segundo piso de ese bloque alguien le robó a Quique, entre otras cosas, sus discos de Bob Dylan. Quique decidió llamar "Salitre48" a su segundo disco de cuya aparición en el mercado se cumplieron diez años hace pocos meses. "Salitre" se llama la primera canción del disco, todo un himno con un inconfundible pizzicato inicial. Y también "Salitre" se llama en honor a Quique González el mejor vino que ha producido hasta la fecha la bodega Pago Los Balancines de la que es dueño Pedro Mercado, un amigo de Quique. Para su elaboración ha elegido una uva minoritaria y especial, cien por cien garnacha tintorera.

Salitre48 es un disco que consiguió enganchar definitivamente a una parte del público que todavía hoy sigue a Quique González, un disco tan especial que no es un disco, es una maqueta. Pero la maqueta gustó tanto a Nacho Sáenz de Tejada que quiso editarlo así, tal cual. Universal, la misma discográfica que había despedido a Quique tres años antes, volvió a confiar en él.

Dice Pedro Mercado que este vino "es una explosión, una auténtica bomba de fruta". Tiene que ser muy bueno para que contenga tanto como el disco: "De haberlo sabido", "Rompeolas", "Crece la hierba", "Todo lo demás", "Día de feria" y la obra maestra "La ciudad del viento".

Salitre48 es un disco largo en boca y con un retronasal recurrente que te invita a volverlo a escuchar cada cierto tiempo. Es un disco que estuvo madurando más de dos años en barrica de Carlos Raya (un par de reverencias, por favor). Un disco que te deja una sonrisa cuando terminas su escucha que no sabes muy bien a qué se debe, seguramente a lo identificado que te has sentido en muchas de sus canciones, una sonrisa que no cuesta mantener, como la que tenía yo esta tarde al volver a casa con la botella en la bolsa de cartón. No sé cuándo la beberé porque ni siquiera me gusta el vino pero sin duda procuraré que sea escuchando este disco.

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