miércoles, 2 de julio de 2014

Provocado por los sueños recurrentes



A lo mejor hacía veinte años que no soñaba con ella y en una semana ha aparecido dos veces en mis pesadillas (el primer sueño sin duda lo fue, del segundo no recuerdo mucho pero creo que fue un poco más placentero). Hace casi veinte años pensaba en ella todos los días y antes de dormirme seguramente era su rostro la última imagen que tenía en mente. Y pienso en cómo sería quedar algún día para tomar un café los dos, algo que creo que nunca hicimos hace veinte años. Ella me contaría las cosas que yo sé que le han pasado o a lo mejor no, si no le apetece no y yo tampoco sacaría esos temas delicados, o puede que sí.

Recuerdo que una vez escribí en Sant Jordi algo pensando en ella y Assumpta, nuestra profesora de inglés -y la mejor profesora en general que he tenido en mi vida-, dijo después de que se supiera que yo había ganado un premio, el segundo creo recordar, que se había emocionado leyéndolo. Yo no me lo creí pero atando cabos es posible que fuera muy evidente lo mío: la corrección simultánea de las dos libretas -la suya y la mía- de los deberes el día en el que ella hizo campana para ir a ver cómo entrenaba el Barça estando yo sentado en primera fila justo delante de Assumpta o cuando nos pilló sentados en el suelo de un pasillo poco concurrido del colegio (ahora mismo sería incapaz de encontrarlo) repasando a última hora para un examen, de hecho exclamó "¡os pillé!". Todas esas cosas le habían puesto sobre aviso y supongo que mi historia confirmó sus sospechas y le pareció bonito.

Recuerdo muchas risas, muchos momentos que son refugios a los que volver de vez en cuando para resguardarse de la realidad presente. Los amores jamás correspondidos son los mejores porque no tienen oportunidad de decepcionarte y su recuerdo siempre es más agradecido.