lunes, 1 de abril de 2013

Provocado por Wonderwall

El verano pasado estaba viendo un partido de baloncesto en la tele, uno de las olimpiadas de Londres. Había un descanso por un tiempo muerto o el final de un cuarto y por la megafonía del polideportivo de turno empezó a sonar Wonderwall de Oasis. Todo el público empezó a cantarla y cuando el juego se reanudó y la canción dejó de sonar, el público siguió cantándola durante más de veinte segundos. Me da igual que los críticos digan que el grupo era tirando a malo, ese hecho, ese público de un partido de baloncesto cantando durante veinte segundos porque le apetece y porque tiene tan interiorizada la letra de la canción que no puede evitarlo pone de manifiesto que Wonderwall es un himno.

Escribo esto mientras suena Dallas-Memphis, la primera canción de Delantera Mítica que escuché sin saber todavía su título y que ha puesto de acuerdo a toda la crítica señalándola como la mejor canción del disco, otro himno con metáforas perfectas, cargado de imágenes como la de la mesura luchando con la furia más visceral, la de la incomprensión por parte de los que te rodean, la de la retirada de un campo de batalla en el que enseñaste tu bandera blanca, la de quien se va sin molestarse en apagar la luz del garaje dejando tras de sí la soledad de un tipo que ve un partido de baloncesto en la tele al final de un rastro de confeti.

Llevo casi un mes y medio escuchando Delantera Mítica diariamente y sigue poniéndome los pelos de punta. Creo que todavía no somos conscientes de lo bueno que es el disco, de lo bueno que es Quique y de lo poco que se valora muy injustamente a César Pop.