viernes, 7 de octubre de 2016

Provocado por "tenemos lo que nos merecemos"

Ya no me enfado cada vez que escucho esa expresión cuando alguien se refiere a políticos o empresarios o a lo que sea en general porque cada vez estoy más convencido de que muy a mi pesar es cierto: tenemos lo que nos merecemos. Somos un país de miserables y envidiosos, de rastreros y traidores, de trepas y cobardes. Y sufrimos las consecuencias de todas esas actitudes tan nuestras.

Un país sin iniciativa, sin capacidad de comprometerse con causa alguna ni de arriesgarse. Un país en el que no vale la pena invertir, en el que nadie se atreve a confiar. Un país idiotizado por Telecinco y paralizado por el miedo. En líneas generales la cosa es así. Hay excepciones, claro, y por esas excepciones seguimos existiendo. Gracias a ellas no lo manda uno todo al carajo, aunque se tiende a arrinconarlas, a relegarlas a altas horas de la madrugada, a acorralarlas, a ignorarlas para que no brillen demasiado, para que no suban el nivel de la mediocridad predominante.