domingo, 31 de mayo de 2015

Provocado por "Albertemos"

Albert Rivera y yo tenemos la misma edad. Nos han ido creciendo las entradas a la vez, hasta que en algún momento las suyas empezaron a menguar milagrosamente. Y he visto últimamente con cierta sorpresa el meteórico ascenso del líder (de cómo se ha ido creyendo él mismo en unos meses lo de que fuera realmente un líder) y la súbita devoción con la que le siguen sus partidarios y resto de candidatos sobrevenidos del partido. Hace unos meses no era nadie fuera del ámbito de influencia catalán. Siempre me vienen a la memoria dos momentos cuando pienso en "Ciudatans" (como dice cierto personaje infame).

1.- Hablaba yo en la hora del café cuando era becario (a lo mejor hace ocho o nueve años ya) con una chica holandesa muy guapa y muy simpática (lo que viene siendo una holandesa, vamos) y me contaba que Albert era el único político que le convencía a su novio y que iba a votarle, cuando le votábamos cuatro gatos y no por convicción, por eliminación, por escasez de alternativas políticamente apetecibles en un panorama en el que si no eras nacionalista tenías pocas alternativas. Ahora le habrán votado más o menos por lo mismo: por eliminación.

2.- Hace seis años había quedado en la plaza de Sant Jaume, yo estaba esperando y unos estudiantes (de Políticas por lo que pude adivinar y "maulets" al uso) salían de ver un pleno del Ayuntamiento o de la Generalitat, no sé. Recuerdo cómo se reían de las intervenciones de Albert y de su falta de argumentos, según ellos, le auguraban un incierto futuro.

Parece que lo que prometía Ciudadanos en la última campaña electoral a cambio del voto era una especie de regeneración patrocinada por "Ochéntame otra vez" o "Yo crecí en los ochenta", una honestidad con apariencia de cara lavada, una promesa de consejo de ministros lleno de community managers y estilistas, Rivera se presentaba como un alumno aventajado con ambición y hambre de poder, el Vito Corleone joven que se enfrenta a la mafia establecida y le come la tostada a la "Mano Negra".

El año pasado fui a ver un partido de baloncesto al Palacio De Los Deportes (que ahora se llama como quiera su patrocinador) y en el descanso salieron a hacer unos tiros una serie de chicos que tenían algún tipo de discapacidad física, psíquica o ambas. Desconozco qué nombre tiene su enfermedad pero uno de ellos tenía las extremidades desproporcionadamente largas y sus movimientos eran más lentos que los de los demás, no resultaban torpes, botaba y tiraba a canasta con una técnica normal pero toda la ejecución estaba ralentizada, se movía como a cámara lenta y sus brazos llegaban tarde cuando tenía que recibir un pase, cuando tenían que recoger el balón tras botar contra el suelo. Me sentí identificado porque desde hace tiempo tengo la sensación de llegar siempre tarde a todo en general. Creo que Rivera, en su oportunismo, llega tarde, como la perla de "Tabú". En eso también coincidimos.

Pues eso Mara, los domingos de mierda.