lunes, 18 de junio de 2012

Provocado por un cumpleaños


Siempre hay un día que es el último. Normalmente tú no lo sabes y el día tampoco. Es mejor así. Siempre hay una tarde que será la última en la que te sientes en esa piedra de tu calle preferida del pueblo que marcó tu infancia. Siempre hay una despedida que es la última, le dices adiós a aquella chica que lo fue todo para ti durante una hora, o un día, o un año, o diez. Y nunca más os volveréis a ver porque ella no quiere o eres tú el que no puede o porque no existe excesivo interés por ninguna de las dos partes, o por olvido, o por descuido, por orgullo, por miedo, porque ella tiene que ir a la peluquería y tú a comprar el pan y no coincidís y nunca más volveréis a coincidir, pero ella no lo sabe y tú tampoco y el día menos. A veces interviene el destino para remediarlo y procura que te cruces con ella en una calle por la que nunca pasas justo cuando ella está visitando la ciudad en la que no sabía que tú vivías, ni tú sabías que ella estuviera de viaje. Otras veces el destino pasa de ti y de ella y de todo y se encarga de que se hunda el Titanic o de que entre un triple en el último segundo.

Por ejemplo, si hoy el día hubiera sabido que era mi último día con esta edad que no es repetitiva, habría tenido la decencia de brillar el sol y de ser la brisa limpia y fresca, como el aire de Menorca, en lugar de este bochorno atormentado que nubla el respirar. Pero el día no lo sabía, yo sí aunque nunca se lo dije, por si se le olvidaba. Por si se le olvidaba al día y a la vida, esta vida que siempre parece que nos da menos de lo que quita, pues te va entregando un día tras otro de a poco y luego de pronto un año entero se lleva. Cumplo treinta y aparecieron casi sin darme cuenta otros tres. Quedan diez euros con cuarenta en mi cuenta corriente y ocho puntos en mi carné. Canas en la barba, calvície déjame. Llamadas pendientes, algunos trofeos, banderas blancas, ilusiones cumplidas, muchas derrotas y decepciones. Cuando de pequeño me imaginaba con esta edad siempre tenía un coche más grande, un sueldo mejor y llevaba corbata porque todavía no sabía lo incómodas que son. 

Tengo el estribillo pero me falta el resto de la canción, a lo mejor el año que viene:

Llevaba impreso en la mirada un "ojalá",
un "no me fío", un "ya he querido y nunca más".
Un adiós triste, un "ahí te quedas",un "y no vuelvas",
un "qué más da".